viernes, 6 de marzo de 2009

El jugar...¿ solo será cosa de niños?

El tiempo de vacaciones nos trae espacios nuevos sin obligaciones y por que no, tiempo libre.

En este espacio intentaremos hacer una reivindicación de este “tiempo” que poco a poco se fue perdiendo a partir de los avatares de una sociedad cambiante, que exige cada vez más que el tiempo libre esté ocupado por actividades más productivas. De las personas se pretende un modelo donde se prime la eficacia, por sobre otros valores, descuidando aspectos básicos de la persona.

Darle importancia al tiempo libre, es entonces, buscar un espacio para crecer, expresarse, participar ya sea de forma individual o colectiva.

Se busca en el tiempo libre el desarrollo de actividades placenteras, libres, gratuitas, en el sentido más estricto de la palabra, sin finalidad aparente.

Generalmente se asocia “tiempo libre” con juego. El jugar es una necesidad, un impulso natural que traemos y desarrollamos desde bebés. Jugando el bebé se identifica primero con él mismo, luego con su familia y más tarde con el mundo que lo rodea.

A través del juego el niño comienza a expresar sus sentimientos, desarrolla su capacidad creativa. No se puede discutir el valor educativo del juego que hoy en día se le atribuye. Pero no siempre fue así, antes el juego estaba totalmente desprovisto de los valores que hoy se le otorgan.

Quien no quisiera poder dar a los niños de un espacio amplio, calles y tardes interminables para poder jugar. Qué bueno estaría la variedad de los juguetes actuales y el valor del juego de hoy, con los espacios y la libertad de jugar de antes.

Por que el juego pone en “juego” muchos elementos que le permiten al niño desarrollar su personalidad, interiorizar normas y pautas sociales, posibilita la creación de defensas contra la frustración, más allá de desplegar capacidades motrices, cognitivas, sociales y afectivas.

Por eso es imprescindible propiciar espacios y “tiempos “para jugar.

En estas vacaciones los papás podemos hacer mucho por nuestros hijos. Los niños necesitan contar con adultos alegres, con sentido del humor, dispuestos a compartir su tiempo libre con ellos, divertirse juntos.

Y nosotros como adultos entregarnos al juego sin esperar otro beneficio que el placer de disfrutarlo.